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El sentido de culpabilidad

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El sentido de culpabilidad

El sentido de culpabilidad no es un hecho aislado que se pueda observar y descubrir como algo diferente de cómo nos vivimos, sino que va unido al complejo de inferioridad, al yo idea erróneo y negativo que las personas, unas más que otras, estamos viviendo.

 

Cuanto más identificados vivimos con las formas y los modos de actuar, de expresar, de sentir y de mirar la vida, en el momento en que no obtenemos el resultado esperado, es decir, aquello que tenemos codificado como bien o como lo mejor, nos sentimos culpables y nos culpabilizamos del resultado obtenido, o bien habrá alguien que nos hará acarrear con la culpabilidad.

 

Surge en nosotros la idea negativa, ese yo idea de menos, la frase de «todo lo que hago lo hago mal». Esa culpabilidad podemos vivirla a distintos niveles. En primer lugar, podemos hacerlo profundamente en nosotros mismos, desde la sinceridad personal. Sentimos que somos los únicos culpables; cargamos con toda la culpa de no vivir el bien esperado y de que los demás tampoco lo vivan: «Yo soy culpable de…». Y no sólo cargamos con la culpa, sino que nos responsabilizamos de todas las consecuencias negativas que le siguen.

 

Otra manera de vivir la culpabilidad es a través de los demás: deseamos salir de una situación desagradable y no queremos sentirnos culpables ni responsables de lo ocurrido, de forma que consideramos al otro el único culpable de toda esa experiencia negativa, de la tristeza que estamos viviendo. Es una forma de compensar la idea negativa de nosotros mismos, de aliviarnos y cargar la culpabilidad en otra persona. Ésta deberá asumir esa responsabilidad, aunque tengamos que enfrentarnos a ella. Este hecho no nos importa, pues percibimos claramente su culpabilidad.

 

Otra posición respecto a la culpabilidad es no querer cargar con ella, ni tampoco considerar a los demás culpables. Esta postura se adopta no tan sólo por miedo a tener que enfrentarnos al otro para averiguar quién es más culpable de los dos, sino por buscar un culpable mayor a quien adjudicar toda la incomprensión, todo ese dolor que conlleva la culpabilidad misma. Mirando la vida y el mundo que nos rodea, cargamos en ello todo el sentimiento de culpabilidad que internamente estamos viviendo. Así pues, la vida, el mundo son los únicos culpables de todo aquello negativo que estamos viviendo.

 

También se dice que, al adquirir mayor responsabilidad, aumenta la culpabilidad. De esta manera, vamos cargándonos de culpabilidades al arrastrar vivencias que sólo causan dolor y problemas en los que, más que buscar solución, buscamos culpables.

 

La culpabilidad se debe ir trabajando. En este sentido, nos podemos preguntar: «¿Por qué me siento culpable?», y observar en qué medida estamos viviendo la culpabilidad.

 

Las ideas erróneas y negativas con las que nos han educado, y con las que hemos crecido, están adheridas a nuestra personalidad. Si nos damos cuenta de ello, descubriremos el complejo de inferioridad que esa educación nos ha creado. Además, descubriremos cómo se ha estructurado el subconsciente a partir de ellas, creando un personaje que manda y domina. También seremos capaces de ver la envoltura que nos cubre, llena de angustias, miedos, represiones, hábitos y compensaciones. En definitiva, un mundo lleno de negatividad y tristeza, un mundo erróneo.

 

Cuando limpiamos nuestro interior, permitimos el paso de más luz y ésta nos conduce hacia la comprensión, hacia la verdad. La comprensión muestra la verdad. Esa identificación errónea y negativa es la única culpable. La persona actúa desde ella, y desde su visión del mundo busca su propio bien o el supuesto bien de los demás.

 

Cuando adquirimos una responsabilidad, tenemos que obrar en consecuencia. No obstante, eso no nos convierte en culpables de que el resultado no sea tan positivo como esperábamos: no lo hemos hecho mejor porque no hemos visto más. Dicho de otro modo, actuamos según nuestro ver, nuestra comprensión y nuestra mejor voluntad.

 

Por encima de toda acción y de todo resultado aparente, hay una inteligencia, una energía, el fluir de la vida que hace que las circunstancias sean las que son. La vida fluye por su cauce con su propia ley, y hace que todo tenga su lugar en un orden perfecto y se exprese de una determinada manera.

 

Hay que trabajar la consideración de que nadie es culpable, a pesar de que cueste comprenderlo. Sin embargo, precisamente al abrirnos a esta comprensión, poco a poco descubrimos que no hay un hacedor, que sólo existe una inteligencia que se expresa en forma de vida, de existencia y hace que las cosas sean como son.

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