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MENTE: EL EFECTO ESPEJO

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MENTE: EL EFECTO ESPEJO

En la relación con las personas, observamos que hay diferencias comparativas entre unas y otras. Además, vivimos una división entre el otro y yo, cada uno con sus características particulares.

 

Desde que nuestra mente se va programando, se pierde de vista la esencialidad de lo que somos (energía, amor y conciencia), para identificarnos con unos atributos, con unas formas, con unos modos de ser. Intentamos desarrollar aquellos aspectos que nos reconfortan de alguna manera, que nos compensan, y a la vez escondemos todo aquello que nos molesta de nosotros mismos en un saco bien cerrado, donde ni yo mismo/a quiero mirar. Ponemos en funcionamiento un mecanismo de defensa para evitar la angustia, el dolor de no ser «perfecto/a», ya que intuimos una totalidad que viene de la realidad. Sin embargo, la mente malinterpreta esa percepción íntima de la Realidad.

 

Ahora bien, ¿qué ocurre en la relación con los demás? Unos me gustan, otros me disgustan, necesito la reafirmación de mí mismo a través de ellos, rechazo y detesto todo aquello de las personas que aumenta mi angustia, ciertas circunstancias del vivir me provocan huir o atacar, etc.

 

Estoy viendo constantemente un reflejo de mí en el mundo (sin darme cuenta). Desde lo personal, todos aquellos atributos negativos o rechazables que veo en los demás, así como los positivos, es algo que está en mí, con una fuerza que será mayor o menor de acuerdo con el grado de intensidad del rechazo o admiración. Dicho de otro modo, debemos acabar descubriendo que aquello que vemos exaltado fuera, que provoca una crítica al otro, está en nosotros mismos.

Nos cuesta mucho darnos cuenta de este aspecto, ya que no queremos admitirlo ni aceptarlo. Existe un temor a sentir angustia y nos amparamos en la aparente comodidad de ir viviendo con lo que creo ser.

El buscador tiene que observar esta actitud en profundidad. Es necesario para que pueda llegar a disolverse la angustia a la que tanto se teme, instalada desde hace mucho tiempo en el subconsciente.

 

El efecto espejo es una herramienta muy útil para descubrir al personaje. El espejo nos muestra aquellos aspectos que tapamos en nosotros mismos, lo que nos da miedo ver; nos habla de nuestra propia estructura personal, de los puntos donde se encuentran nuestros problemas. Aspectos personales no reconocidos puedo verlos en el otro con toda claridad.

 

De la no creencia en el efecto espejo que se me indica, paso a cierta aceptación de que esta posibilidad sea cierta… ¿por qué no mirarlo a fondo?… Así pues, elaboro una lista con todo aquello que me molesta de los demás, que no acepto, y que además critico. Leo con mucha atención esa lista, prescindiendo de la persona y de la emoción que me pueda producir el recuerdo, y me fijo tan sólo en los conceptos.

En un acto de valentía y de gran sinceridad, me doy cuenta de que yo también me veo así en el fondo de mi sentir. Veo en mí todos esos atributos señalados, los reconozco (exigente, poco esforzado, disperso, poco atento, poco amable, no se controla, desordenado, poco respetuoso, autoritario, intransigente, intolerante, no acepta críticas, no escucha, materialista, poco comprensivo, etc.).

Todo ello puede estar en mí, pero yo me esfuerzo mucho para que no surja y, además, intento demostrar exactamente lo contrario. En ocasiones, puedo expresarlo, aunque no lo reconozco. El mecanismo de represión en la programación es muy fuerte. Además, no nos damos cuenta de que está funcionando en nuestra mente ese mecanismo que forma parte de la estructura mental.

 

En el momento en que puedo reconocer todos esos comportamientos en mí, se da una liberación más que una carga. Todo lo que cargo en el otro, aparte de que él pueda tenerlo, es un atributo que está en mí. Sin embargo, con esta actitud no se consigue liberar nada. La liberación reside en descubrir al otro en mí y a mí en el otro. Esencialmente somos lo mismo. Podemos vislumbrar la conexión perdida.

 

Incluso dándonos cuenta de ello y de comprenderlo mentalmente, el hábito establecido a lo largo de los años continúa apareciendo. Si un ser cercano nos muestra un aspecto que no nos gusta, o que nos resulta difícil de tolerar y no queremos aceptar, aunque sepamos que es un reflejo más de nosotros, continuamos reaccionando, olvidando en ese instante aquello que ya creíamos haber comprendido. Surge de nuevo la fuerza del hábito junto con la incomprensión. Además, nos invade la rabia al darnos cuenta de que no comprendemos del todo, a pesar de creer comprender. Entonces vemos a ese personaje que lucha para corregirse, para ser mejor, y de nuevo percibimos el error. No hay que pretender ser mejor ni peor, ni corregir nada. Lo que ocurre es que todavía no se comprende del todo porque la fuerza de la identificación es grande.

 

En cuanto a los atributos positivos que veo en los demás, las admiraciones que siento, también forman parte del espejo en el que continuamente nos miramos, es decir, también son un indicador para observarnos y conocernos mejor.

 

Puedo admirar a alguien y a la vez sentir envidia, una envidia rabiosa. No obstante, mediante la observación y el análisis, puedo constatar que la cualidad que destaco en esa persona, y que es motivo de admiración para mí, también yo la poseo, aunque no la expreso.

Asimismo, puedo admirar a alguien sin envidia insana ni rabia, lo cual indica que estoy desarrollando esa cualidad y que la expreso, pero no soy consciente de ello.

También puedo admirar a alguien y reconocer esa cualidad en mí, revelando una relación de igual a igual, un compartir gustoso, sin complejo de inferioridad.

 

Poco a poco, hay que ir aumentando la comprensión y la visión clara de este funcionamiento, hasta que queden instaladas con más fuerza que el hábito de pensamiento, de reacción, etc.

 

La comprensión consiste en ver lo que hay: aquello que vivimos es la experiencia que nos toca vivir. Pero no reconocemos desde dónde lo vivimos. Para ello, debemos regresar a casa, situarnos en ese fondo que todos somos y vivir lo que la vida nos depara con todo el amor, la energía y la comprensión que nos sea posible. Debemos dejar a un lado la programación errónea y negativa, descubriendo la Realidad que somos.

 

Hay que abandonar el hábito del pensamiento de sentirnos menos y, en consecuencia, querer parecer más, así como dejar de ver lo negativo en el otro y criticarlo para que no incremente nuestra angustia y poder calmarla.

 

En definitiva, el efecto espejo es un instrumento que nos habla en todo momento de nosotros mismos como personas, ya que podemos vernos a través de los demás. Todos los aspectos que descubrimos en el otro, tanto los negativos como los positivos, nos están indicando que se trata de atributos de nuestra propia personalidad.

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