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Nadie puede vivir mi vida por mí

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Nadie puede vivir mi vida por mí

No hay nadie que pueda vivir la vida por nosotros. Nos apoyamos normalmente en las ideas, en la idea de creernos ser lo que creemos que somos. Tenemos la tendencia a pensar que somos de una manera y que el mundo es de otra, y a querer que las cosas sean de una determinada forma o que las personas se comporten de un modo concreto. Asimismo, nos apoyamos en las cosas que vivimos: llegar a tener unas condiciones físicas y mentales, una profesión o un nivel económico, una pareja o unas relaciones personales, etc. Nos encontramos en un estado mental de pensamientos dependientes, es decir, dependemos siempre de algo. En conjunto, todo lo que existe mantiene una relación de dependencia, está relacionado. Pero la existencia no implica necesariamente una dependencia mental. Esta dependencia mental nos conduce a resistirnos con fuerza a pasar por algo que inevitablemente va a suceder, porque lo asociamos con una idea negativa o nos da miedo vivirlo.

Además, es posible que se dé el bombardeo constante de una culpa, de un pasado y de una vergüenza, que es la idea de lo que debería haber hecho o no, o bien la idea de ser menos y la proyección de querer ser más. El bombardeo comparativo conlleva que nos sintamos inferiores a los demás en determinados aspectos de la vida.

Ir detrás de esas ideas y situarme donde yo soy la vida que se da cuenta es el camino que debemos seguir. Estar ahí, independientemente de la valoración mental existente, porque nadie va a poder vivir nada por mí. Hay un yo que vive en cada cosa: en la emoción, en la tristeza, en la alegría, en la satisfacción, en el placer, en el dolor… Todo ello tengo que vivirlo yo. Tengo que recogerme en mí y saber eso. Esta manifestación de vida, esta experiencia de multitud de cosas, que aparecen y que sabemos perfectamente que desaparecen (y que desaparecerán todas, en cuanto a las formas se refiere), tengo que vivirla yo.

Debo situarme en ese yo. Humanamente, es muy correcto que nos interrelacionemos, que tengamos amistades, parejas o familiares. Sin embargo, todo puede fallar, todo puede acabar, lo cual no es solamente una indicación para la prevención, sino también un hecho para que nos situemos firmemente donde nosotros somos nosotros mismos.

Podemos estar trabajando con las ideas, potenciando algo que es mortal y efímero, y dándole un valor y un tributo enorme a determinados deseos, lo cual significa estar trabajando para nada, para ningún valor esencial, primordial, real, idéntico.

Este hecho de centrarse, esta vuelta a caminar, el camino de retorno a casa, a ser nosotros, es dedicarnos a aquello que es constante e inalterable. Es posible que de momento solo intuyamos que eso va más allá del tiempo y del espacio, o bien puede ser que ya lo sepamos con mayor certeza.

Pero no se trata de ideas, sino de algo que debo descubrir yo. No se trata de acogerme a un conjunto de ideas espirituales, trascendentales o psicológicas, sino sencillamente consiste en ser lo más simple, ser sincero. Entonces, si aparece una persona que se equivoca, que acierta o que se alegra, todo eso me pasa a mí, y no a la persona. La persona es la que es vista. Quien antes era una niña o un niño ahora es un joven, y después será un anciano. No se trata de estar pendiente de las otras personas, que aparecen y desaparecen, que se mueren. Es a mí a quien me está sucediendo algo que veo que está y luego se va. Ubicarme en este «mí» constantemente es el camino de vuelta a casa, es situarme detrás de lo que se está pensando.

Eso no puedo cogerlo y percibirlo como una cosa, ni puedo hacer un retrato de ello. No es ni la percepción de espacio ni la percepción de una cosa limitada. Debo intuir que soy yo constantemente. Aparte de que tenga una mente muy amueblada en una serie de aspectos concretos de la vida; aparte de tener mi familia, mi pareja o mi profesión; aparte de todos estos conocimientos que han venido, hay algo que soy yo, que está ahí.

Este yo no se vincula con un yo que está pensándose en relación con haber actuado bien o mal, o con el hecho de ser de una forma u otra. No es ese yo, sino una noción constante de ser atención. En muchos momentos, estoy seguro de que se ha percibido. Hablando, dando un consejo a una persona…, la actividad se desarrolla de forma mecánica y hay una realidad intrínseca de Ser. Esa actividad que se está realizando es una respuesta natural de la realidad de la vida existencial. No hay ningún yo que plantee «yo estoy haciendo eso o aquello» o «lo voy a hacer bien o mal». En un momento dado, mientras estás funcionando en la vida dando una conferencia u ofreciendo un consejo a un amigo, no sabes de dónde te surgen las palabras y hay una realidad constante en ti que no es un pensamiento de ti. Aquello que está funcionando, aquellas palabras, todo en conjunto, es un hecho que sucede.

Esa vivencia espontánea de lo que está sucediendo sin que haya en medio un yo que quiere o no quiere, un yo que juzga, un yo que se valora o no, es la vivencia de la noción de Ser de la que hablamos. Algunas veces, ante esa vivencia, la persona experimenta un pequeño contraste que le produce la sensación de haberse perdido sin ser así, lo cual produce asombro: ha desaparecido ese yo mental, pensado. Es una verdad existencial simultáneamente fluyendo.

Este hecho sucede igualmente sintiendo. A veces, aparece una emoción de llanto, tristeza, angustia o rabia, y es el yo quien la está sintiendo. Esta emoción, cuando la siente el yo, puede ser muy grande y consistente. Si llegara a abrirme plenamente a esa emoción, se diluiría ese yo y solo quedaría la vida que siente. No obstante, desde el aspecto mental, estoy creando un automatismo, una especie de coraza y un control de la situación. No permito que la emoción me inunde más, por lo que se mantiene un yo que está teniendo una emoción. Estoy controlando las emociones porque hay unas ideas de que debo ser así. No quiero verme débil y emocionado, porque lo codifico como malo o porque no deseo sentir dolor. Me prevengo de un determinado dolor o sufrimiento.

Todo ello es un planteamiento mental equívoco. El dolor que aparezca deberé vivirlo totalmente. No hay huida posible. Si intento huir de ello, en realidad, el dolor se amplifica y se mantiene ese yo que padece, y el sufrimiento existente voy a tener que vivirlo yo.

Debo abrirme al dolor y a la alegría de la vida. Cuando me abro del todo a ello, puede liquidarse ese yo y puedo estar en lo que señalábamos al inicio: directamente Ser. Se trata de una presencia de Ser constante en todo, que no es una tensión ni es un esfuerzo, aunque al principio parece que deban realizarse esfuerzos para Ser. Se trata de estar donde yo siempre he estado, tanto a los tres o cuatro años, cuando tenía pocos conocimientos, como a mi edad actual, con la mente amueblada y llena de conocimientos. Es la misma condición de Ser.

Debo ver claro que estoy intentando huir, pero no puedo huir de mí. «Mí» no puede quitarse, ya que «mí» Es. No estoy hablando de filosofías mentales ni de hipótesis, estoy yendo más allá de todas ellas, aparte de cualquier idea. He codificado mentalmente un miedo y un control, y, a causa de ellos, me mantengo en el sufrimiento, sin acabarlo de vivir, porque no lo vivo hasta el fondo, porque no dejo que me inunde plenamente. Es mediante el ver, mirando y sintiendo lo que hay, sin querer huir, que consigo trascender el dolor.

Lo mismo ocurre con los pensamientos y las ideas, que provocan infinidad de tipos de emociones. No hay que negar las emociones ni las ideas, únicamente hay que verlas. ¿De qué me preocupo? ¿Qué deseo? ¿Qué no deseo? ¿Qué me pasa? ¿De qué tengo miedo? ¿Qué siento? No hay que hacer un juicio de crítica ni de valoración, sino ver. El hecho es muy simple: ver y sentir. Aceptarlo tal como es. Pero, por miedo a sufrir y a dejar de ser, quedo enganchado en un yo que no para de sufrir.

Se trata de ir más allá del pensamiento. Seguramente, tendré que pasar por un proceso de aceptación y de vivencia profunda de traumas del pasado, de experiencias dolorosas. Tendré que reconocer bien todas las ideas que hay dentro de mí, de lo que soy yo y de lo que es la vida, que solo son ideas. Tendré que aprender a funcionar de esa forma automática, desde el Yo Real, que es constante expresión de energía, conciencia y armonía, incluso en el dolor. Tendré que pasar por un proceso, pero hay lo que hay: esta simultaneidad de lo que llamo vida, lo que soy y todo lo que está sucediendo, simultáneamente las dos cosas. Lo que soy lo reconoceré por vivencia como eterno y todo lo que está sucediendo –la Luna, el Sol, las estrellas, las personas– son las cosas que por ideas me atrapan, que las quisiera o no. La vida es lo que ha sucedido y lo que está sucediendo.

Estar y ser verdaderamente la vida, independientemente de ideas. Quiero buscar salidas y lo que hago es complicarme más. No hay salida, solo lo que toca vivir en cada momento. Cuando llueve, llueve. Cuando hace sol, hace sol. Cuando hay una emoción, hay una emoción.

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