La existencia humana es la vivencia de un cuerpo y una mente, así como de un entorno donde aparecen otros cuerpos-mentes y objetos. Abstrayéndose, podríamos considerarla como un gran escenario donde acontece un constante intercambio de ideas, información, maneras de sentir y hacer. Todo en conjunto puede constituir una manera perfecta de aprender, madurar y comprender la vida y su funcionamiento.
Pero, en este escenario de posibilidad, surge un pequeño problema: el hecho de tomarme el sentido de individualidad como el aspecto más importante. Dicho de otro modo, yo creo que soy mi cuerpo y mi mente en exclusiva, mientras todo lo demás son otras cosas separadas de mí, que muchas veces me sirven para lo que necesito, mis deseos, y otras veces parecen ser un peligro para aquellas cosas que no quiero, mis miedos. Todo parece girar en torno al hecho de que yo me tomo por alguien que necesita unas cosas, porque me pueden dar un disfrute, y pienso en ello, planeo proyectos para un mañana, tengo diálogos constantes conmigo mismo sobre lo que haría y cómo lo haría, cómo me vería o qué pensarían los demás, memorizo formas de comportamiento que veo en la televisión o en las otras personas, etc.
Sin embargo, por otro lado, descubro que a veces me vienen pensamientos que no me gustan, y que me indican o advierten de que no lleve a cabo cierta acción, de que no vaya con determinada persona, que no diga esto o aquello;otras veces, me veo envuelto en momentos en los que estoy con determinadas personas de las que no me gusta su forma de comportarse o su visión de la vida, o bien me fijo críticamente en cómo se comportan con los demás.
Todo ello constituye un movimiento oscilante, una forma polar de comportarse. Así pues, depende de cómo me vayan las cosas y de cómo me sienta por dentro, o bien estoy pensando y emocionándome de lo que me gustaría hacer, o bien estoy asustado, enfadado o encogido pensando de forma negativa sobre mí, el mundo y la vida. A veces, incluso hace gracia, porque no tengo suficiente con mis preocupaciones personales, sino que me dedico a pensar en cómo pensarían otras personas: veo un deportista por televisión, un abuelo por la calle o un comerciante, y pienso y me emociono en relación con su vida, sus problemas, las ventajas de su trabajo, etc. Y si conozco un poco de literatura espiritual, también puedo pensar sobre vidas pasadas, leyes existenciales, causas-efectos…, es decir, dispongo de todo un arsenal de motivos. Podríamos compararlo con un buen bufet libre en el que podemos servirnos lo que queramos, ya que hay todo tipo de comidas: verduras, carnes, pescados, salsas, fritos, postres, vinos…, lo que queramos y en la cantidad que deseemos. Y claro…
Menos mal que algunas personas se han dado cuenta de esta película y han salido de ella, dejándonos en palabras, libros, la forma de proceder para salir de este embrollo.
Como dice EckhartTolle:
“Ser incapaz de dejar de pensar es una enfermedad terrible, pero no nos damos cuenta de ella porque casi todo el mundo la sufre y se considera algo normal”
La mente quiere pensar, necesita el pasado y el futuro para seguir activa; se nutre constantemente de evocar recuerdos, plantear cuestiones, miedos y deseos, y proyectar posibles vivencias futuras, todo ello acompañado con diferentes sensaciones y maneras de emocionarse(exaltación, excitación, alegría, o bien tristeza, apatía, miedo, ira, etc.). Nos hemos olvidado de nuestra verdadera naturaleza, la conciencia, ser la vivencia de presente, la observación con la única dirección del presente.
Un planteamiento más real de la vida sería el siguiente: qué me sucede en este preciso momento, dónde estoy, qué estoy haciendo, hay algún problema en ello, estoy atento a la actividad que realizo o tengo la cabeza en otro sitio. Si simplemente indago sobre esta cuestión, descubriré que muchas veces estoy haciendo una cosa y pensando en otras, si me enfoco únicamente en el presente comprobare que a menudo tengo muchos menos problemas en momento presente de los que creo, descubriré que gran parte de ellos surge de lo que yo pienso de las cosas que vivo y no de lo que vivo en cada momento. En cada momento, la vida existe; en el presente, sucede la vida; ahora, con la actividad que estoy haciendo, es la verdad, y no lo que pienso de forma mecánica.
Trata de vivir el momento presente, observa lo que sientes, acéptalo. Ábrete a sentir lo que sientes, observa tu cuerpo, conecta con la sensación interna, observa la respiración; si te vienen pensamientos, no los alimentes con más pensamientos, sino, simplemente, obsérvalos. Con tanta frecuencia como te vayas acordando, trata de vivir el presente: observa el instante, la respiración, el cuerpo, el espacio de visión. La vida es ahora, y no el pasado ni el futuro que te has acostumbrado a pensar.
Seguramente, descubrirás que la vida en cada momento es más fácil que pensada, y que tienes muchos menos problemas de los que pensabas. Ya lo dice la palabra –pensabas–: el presente es nuestro tesoro; se trata de ser, vivir la vida sintiendo el presente, el momento, y si la mente se lía, tan pronto como me dé cuenta, vuelvo a vivir el momento presente sintiendo el cuerpo, la respiración, la actividad en la que estoy. Lo que deba hacerse después ya se hará cuando llegue. Con toda seguridad, si vivo constantemente el presente, saldrá la respuesta adecuada y no preocupada para cada cosa. Vive el presente, sé el presente, siente el presente, ríndete a este preciso momento, siente lo que sientes en este instante y acéptalo, y todo quedará diluido a la mínima expresión.
¡Las mil y una preocupaciones no son casi nada viviendo en el presente, el ahora!
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